Por Carlos Merenson – La (Re) Verde
Introducción
El término desastre ecosocial se refiere a eventos que combinan devastación ambiental con impactos profundos sobre las estructuras sociales, evidenciando la interdependencia entre naturaleza y sociedad. A diferencia de los desastres puramente naturales, estos fenómenos derivan de decisiones humanas a través de los sistemas económicos, tecnológicos y culturales, lo que los inscribe en la lógica de la modernidad productivista.
En la matriz civilizatoria dominante, orientada por la maximización del crecimiento económico y la expansión ilimitada del consumo, prevalece la creencia de que el progreso técnico resolverá cualquier límite material. Esta ilusión ha impulsado una transformación radical del metabolismo social, basada en una creciente apropiación de energía y materiales que rebasa la capacidad de resiliencia de los ecosistemas y compromete las condiciones de reproducción de la vida.
Los desastres ecosociales no son accidentes fortuitos ni errores puntuales, sino manifestaciones de un patrón estructural, que se expresa a través de:
- La adopción de tecnologías sin evaluación precautoria, priorizando beneficios inmediatos sobre riesgos sistémicos.
- La negación o el encubrimiento de evidencias científicas por intereses corporativos y captura regulatoria.
- La distribución desigual de daños y vulnerabilidades, donde los sectores empobrecidos soportan la mayor carga del deterioro ambiental.
Este patrón emerge de la prioridad sistemática del crecimiento económico y la producción sobre la sostenibilidad, la externalización de los costos hacia comunidades, ecosistemas y generaciones futuras, y la subestimación o manipulación de riesgos por actores económicos e institucionales. Tecnología y sistemas económicos, lejos de ser neutros, reproducen esta lógica, determinando quién y qué se ve afectado. La recurrencia de impactos graves evidencia que los desastres son previsibles dentro de esta racionalidad productivista, lo que implica que la prevención efectiva requiere transformaciones sistémicas que incorporen límites biofísicos, equidad social y responsabilidad intergeneracional.
La violación de las leyes ecológicas y la crisis ecosocial
La crisis ecosocial contemporánea no puede entenderse únicamente como un conjunto de problemas aislados, sino como la consecuencia directa de una matriz civilizatoria dominante que desatiende los principios fundamentales que rigen la vida en la Tierra. Desde la perspectiva de Barry Commoner y Georgescu-Roegen, esta matriz ha violado sistemáticamente las llamadas “cuatro leyes de la ecología”, conduciendo a desequilibrios ambientales, sociales y económicos de carácter global.
1. Primera ley: Todo está conectado con todo lo demás
Commoner subraya que ningún elemento del ecosistema actúa de manera aislada; cada acción produce repercusiones en otros componentes de los sistemas biológicos y sociales. La civilización industrial, centrada en la maximización de producción y consumo, ha fragmentado esta interconexión mediante prácticas como -entre otras- la contaminación química, la deforestación masiva y la urbanización intensiva. Estas acciones generan efectos en cascada —como la pérdida de biodiversidad, la alteración de ciclos de nutrientes y el cambio climático— que muestran la ruptura sistemática de la interdependencia ecosocial.
2. Segunda ley: Todo debe ir a alguna parte
Esta ley establece que los desechos y subproductos no desaparecen, sino que se transforman y se incorporan a otros sistemas, generando impactos acumulativos. La matriz productivista ha ignorado esta realidad al externalizar residuos y contaminantes, desde metales pesados y pesticidas hasta plásticos y emisiones de carbono, provocando bioacumulación, contaminación global y riesgos para la salud humana. La idea de “desecho cero” industrial se ha subordinado a la rentabilidad inmediata, ignorando que los ecosistemas no pueden absorber infinitamente residuos artificiales.
3. Tercera ley: La naturaleza sabe mejor
Commoner destaca que los ecosistemas poseen mecanismos de regulación y resiliencia que han evolucionado durante millones de años. La adopción acrítica de tecnologías de alto riesgo —como la energía nuclear, los pesticidas persistentes o la geoingeniería— muestra la arrogancia de la civilización industrial frente a la sabiduría de los sistemas naturales. Al no evaluar precautoriamente el impacto de estas tecnologías, se vulnera la capacidad de los ecosistemas de mantener equilibrio, exponiendo a la sociedad a desastres que podrían haberse prevenido.
4. Cuarta ley: Todo tiene límites
Georgescu-Roegen enfatiza que los recursos materiales y energéticos no son infinitos, y que la economía real se encuentra limitada por leyes termodinámicas, especialmente la irreversibilidad de los flujos de energía y la entropía. La matriz dominante, al ignorar estos límites, promueve el crecimiento continuo, la sobreexplotación de recursos y el consumo desmesurado. Esta violación estructural de los límites biofísicos es la raíz de fenómenos como el agotamiento de pesquerías, la deforestación masiva, la degradación del suelo y la crisis energética, consolidando la insostenibilidad del modelo actual.
La adopción de tecnologías sin evaluación integral de riesgos y la negación o manipulación de la evidencia científica constituyen prácticas directamente opuestas a estas leyes ecológicas:
- La introducción de plomo en combustibles, pesticidas persistentes o CFC ignoró los efectos interconectados, la persistencia de residuos y los límites naturales, contraviniendo las cuatro leyes.
- El financiamiento de campañas de duda científica y lobby corporativo retrasó la acción preventiva frente a problemas conocidos, mostrando cómo la racionalidad económica puede subordinarse a la evidencia empírica y a la lógica ecológica.
- La sobreexplotación de recursos, la contaminación global y los desastres industriales son expresiones concretas de esta desconexión entre política, economía y ecología, confirmando que la crisis ecosocial es estructural, no accidental.
La crisis ecosocial actual es inseparable de la violación sistemática de principios ecológicos fundamentales. Las leyes de Commoner y Georgescu-Roegen funcionan como marco normativo para evaluar la sostenibilidad: su ignorancia deliberada por parte de la matriz civilizatoria dominante ha generado impactos irreversibles sobre la biosfera y la sociedad humana. Cualquier estrategia de transición ecosocial debe, por tanto, respetar la interconexión, la permanencia de residuos, la sabiduría de la naturaleza y los límites biofísicos, incorporando la evaluación precautoria y la evidencia científica como ejes centrales de planificación y política.
Fenómenos como el calentamiento global, la pérdida masiva de biodiversidad o la contaminación tóxica son expresiones contemporáneas de un mismo paradigma que absolutiza la productividad y reduce la naturaleza a insumo.
Libre Mercado y Desastres Ecosociales
La relación entre el libre mercado y los desastres ecosociales es estructural, no contingente. En el marco del capitalismo contemporáneo, la competencia por maximizar beneficios impulsa innovaciones tecnológicas sin evaluación precautoria, generando riesgos sistémicos que se externalizan sobre la naturaleza y las comunidades. Esta dinámica responde a tres rasgos esenciales:
- Externalización estructural de costos
Las empresas transfieren impactos ambientales y sanitarios al conjunto social, reduciendo costos internos. El mercado no incorpora límites biofísicos en la fijación de precios, invisibilizando la entropía generada (Georgescu-Roegen, 1971). - Asimetría de poder y captura regulatoria
Las corporaciones influyen sobre políticas públicas, retrasando regulaciones y ocultando información crítica. Como advirtió Commoner (1971), la lógica del beneficio privado suele imponerse sobre la salud pública. - Aceleración productivista y “fetichismo tecnológico”
La fe en la innovación como solución universal legitima prácticas experimentales a escala planetaria, sin considerar efectos acumulativos ni irreversibles (Ellul, 1954; Illich, 1973).
En consecuencia, los desastres ecosociales asociados al libre mercado no son simples fallas del sistema, sino expresiones de su funcionamiento normal, donde la racionalidad económica coloniza la política y convierte la naturaleza en mercancía. Casos como la contaminación por plomo en combustibles, la expansión de agroquímicos o los derrames petroleros ilustran esta lógica.
Socialismo realmente existente y desastres ecosociales
El socialismo realmente existente, tal como se desarrolló en la Unión Soviética, Europa del Este y China durante gran parte del siglo XX, constituye un ejemplo paradigmático de cómo la lógica productivista trasciende el sistema económico capitalista. Aunque estos regímenes se proponían objetivos distintos —como la industrialización rápida, la soberanía energética y la igualdad social—, compartieron con el capitalismo la prioridad de maximizar la producción por encima de la sostenibilidad ambiental y la salud pública.
Planificación centralizada y sobreexplotación
La planificación centralizada permitió la implementación de proyectos de gran escala con eficiencia tecnológica, pero también concentró decisiones en instancias burocráticas con escasa consideración por los límites ecológicos. La búsqueda de cumplimiento de cuotas productivas y objetivos de desarrollo industrial generó impactos ambientales de gran magnitud, que se prolongaron décadas después de su ejecución.
Entre las características estructurales de estos desastres se destacan:
- Subordinación de la naturaleza a la producción: Ríos desviados, suelos irrigados masivamente y ecosistemas transformados fueron sacrificados para cumplir planes agrícolas o industriales.
- Ausencia de evaluación precautoria: La adopción de tecnologías a gran escala se realizó con escasa o nula consideración de riesgos ecosociales, replicando patrones de externalización de costos similares a los del capitalismo industrial.
- Encubrimiento y control de la información: La censura y la gestión centralizada de los datos ocultaron los impactos reales sobre la salud humana y el medio ambiente, retrasando la mitigación y profundizando la vulnerabilidad de las poblaciones locales.
Ejemplos paradigmáticos
- Desastre del Aral (Uzbekistán y Kazajistán, URSS): La desviación de ríos para irrigar cultivos de algodón redujo el lago Aral a menos del 10% de su tamaño original, provocando salinización del suelo, pérdida de biodiversidad, colapso de economías locales y aumento de enfermedades respiratorias y cardiovasculares.
- Accidente nuclear de Chernóbil (Ucrania, URSS, 1986): La fusión de reactores durante una prueba de seguridad fallida liberó grandes cantidades de radionúclidos, causando contaminación masiva, desplazamiento forzado de poblaciones y aumento de enfermedades crónicas y cáncer.
- Programas agrícolas y forestales en China y URSS: La presión por cumplir cuotas de producción generó erosión de suelos, desertificación, pérdida de biodiversidad y desplazamiento de comunidades, mostrando la tensión entre objetivos productivos y sostenibilidad ambiental.
Los desastres ecosociales en contextos de socialismo realmente existente revelan que la presión sobre los ecosistemas no es exclusiva del capitalismo. La lógica de priorizar la producción sobre la vida y la salud ambiental constituye un patrón estructural que atraviesa distintos modelos económicos y políticos.
A diferencia del capitalismo, donde los impactos suelen estar vinculados a la maximización de beneficios privados, en los sistemas socialistas el encubrimiento se centró en la manipulación de la información y la protección de la imagen del Estado, aunque los efectos ecosociales fueran igualmente graves y prolongados.
La experiencia del socialismo realmente existente confirma que la lógica productivista es independiente del tipo de propiedad o sistema económico: cuando la expansión material y la acumulación de producción se priorizan sobre los límites biofísicos y la evaluación de riesgos, los desastres ecosociales se vuelven estructurales. La planificación centralizada sin mecanismos de participación, control ambiental y transparencia científica refuerza estos patrones, generando impactos duraderos sobre ecosistemas y comunidades humanas.
El Anacrónico Desarrollismo en el Sur Global
El desarrollismo nacional-popular en América Latina surgió como una estrategia de modernización destinada a superar la dependencia económica, fomentar la industrialización y expandir la infraestructura nacional. Este modelo compartía con el neoliberalismo un rasgo estructural central: la prioridad absoluta del crecimiento y la acumulación de capital, aunque desde marcos políticos e ideológicos distintos. Lo que caracteriza a este enfoque es un imaginario desarrollista, basado en la creencia de que la modernización tecnológica, la industrialización masiva y la expansión de la producción constituían sinónimos de progreso social y bienestar colectivo.
El imaginario desarrollista se materializó en planes estatales de industrialización y modernización agrícola que promovieron:
- Industrialización acelerada: La creación de industrias de base pesada (siderurgia, energía, minería) se impulsó como motor del progreso nacional, sin contemplar límites ecológicos ni impactos sanitarios.
- Expansión agrícola intensiva: Se implementaron políticas de transformación de tierras y mecanización agrícola, promoviendo monocultivos extensivos y alto consumo de agroquímicos para maximizar la producción.
- Infraestructura a gran escala: La construcción masiva de represas, carreteras y obras hidráulicas buscaba integrar mercados internos y exportar excedentes, generando una visión de desarrollo que subordinaba la sostenibilidad ambiental a la productividad.
En todos estos casos, la razón de Estado y la visión de progreso justificaron la subordinación de los ecosistemas y de las comunidades locales a objetivos productivos. La retórica del crecimiento económico y la soberanía tecnológica servía para legitimar impactos que, desde una perspectiva ecosocial, eran significativos y duraderos.
El efecto acumulativo de estas políticas se tradujo en graves impactos ambientales y sociales:
- Degradación de ecosistemas: La deforestación, erosión de suelos, pérdida de biodiversidad y alteración de cuencas hidrográficas fueron consecuencia directa de la presión sobre recursos naturales para sostener la expansión productiva.
- Contaminación química y sanitaria: El uso intensivo de agroquímicos, la extracción minera y la industrialización sin controles adecuados generaron contaminación de suelos, aguas y aire, afectando la salud de comunidades humanas y fauna local.
- Desplazamiento y vulnerabilidad social: Proyectos de infraestructura y expansión territorial provocaron despojo de comunidades rurales e indígenas, concentrando beneficios en sectores urbanos e industriales y aumentando la desigualdad.
- Riesgo tecnológico: La adopción acelerada de tecnologías de alto riesgo, sin sistemas adecuados de regulación o monitoreo, incrementó la probabilidad de accidentes industriales, fallas hidráulicas o contaminación masiva.
Aunque los impactos se manifestaron en contextos diversos, la lógica estructural se mantiene: la búsqueda de crecimiento y modernización a cualquier costo, característica del desarrollismo nacional-popular, reproduce los mismos patrones productivistas que el capitalismo neoliberal, mostrando que la tensión entre desarrollo económico y límites biofísicos no depende únicamente del modelo de acumulación, sino de la racionalidad productivista subyacente.
Lejos de corregir las injusticias socioeconómicas, este modelo agravó las desigualdades y desencadenó desastres ecosociales: contaminación de cuencas hídricas, deforestación masiva, desplazamiento forzado de comunidades indígenas y campesinas, pérdida de biodiversidad y vulnerabilidad ante eventos climáticos extremos.
Entre los ejemplos paradigmáticos podemos mencionar:
- La Amazonía devastada por represas y minería en nombre del desarrollo nacional.
- La sojización transgénica, generando deforestación, degradación del suelo y contaminación química.
- Los derrames petroleros en la Amazonía vinculados a la renta extractiva para financiar programas sociales.
Estas experiencias muestran que el discurso emancipador del nacional-populismo termina reproduciendo el núcleo duro del productivismo, dejando intacta la creencia en el crecimiento ilimitado. Como advierte Martínez Alier (2007), el extractivismo progresista comparte con el neoliberalismo el mismo “optimismo tecnológico” y la misma indiferencia frente a los límites biofísicos.
Mecanismos de Encubrimiento de los Desastres Ecosociales
Los desastres ecosociales no solo se producen por la sobreexplotación de recursos o el uso irresponsable de tecnologías, sino también por la ocultación deliberada de sus impactos, lo que dificulta la responsabilidad y la prevención. Los mecanismos de encubrimiento varían según los regímenes económicos y políticos, aunque comparten la intención de proteger intereses económicos o políticos frente a la evidencia ambiental y social.
1. Capitalismo de libre mercado
Bajo el libre mercado, los mecanismos de encubrimiento se centran en la preservación de la rentabilidad y la imagen corporativa:
- Negación y retraso en la publicación de estudios científicos sobre efectos tóxicos o riesgos tecnológicos (p. ej., Ethyl Corporation y el plomo en la gasolina).
- Lobby y captura regulatoria, donde empresas influyen sobre agencias públicas para suavizar normas ambientales o retrasar sanciones.
- Publicidad engañosa y desinformación, presentando los riesgos como mínimos o manejables, mientras se minimizan los impactos sobre comunidades vulnerables.
- Externalización de responsabilidades, transfiriendo los costos sanitarios y ambientales al Estado o a la sociedad civil.
2. Socialismo real y planificación estatal productivista
En economías centralizadas, los mecanismos de encubrimiento se orientan a proteger la legitimidad del proyecto estatal y del desarrollo nacional:
- Control centralizado de la información, limitando la publicación de datos sobre accidentes industriales o degradación ambiental.
- Censura mediática y represión de denuncias de trabajadores, científicos o comunidades afectadas (p. ej., Mar de Aral, Chernóbil).
- Enmascaramiento de fracasos técnicos como problemas menores o temporales, evitando cuestionar la planificación y la ingeniería estatal.
- Redirección ideológica, presentando los daños como sacrificios necesarios por la modernización o el progreso colectivo.
3. Nacionalismos populares y desarrollismo sur-global
Los proyectos nacional-populares combinan aspectos del mercado y del Estado, generando mecanismos híbridos de encubrimiento:
- Legitimación ideológica, justificando los impactos como costos inevitables de la soberanía económica o la redistribución social.
- Fragmentación institucional, donde la responsabilidad se reparte entre empresas estatales, privadas y agencias regulatorias, dificultando la transparencia.
- Minimización técnica de impactos, presentando los daños a ecosistemas o comunidades como efectos secundarios menores frente a los beneficios del crecimiento.
- Control de narrativas públicas, exaltando los logros de desarrollo mientras se invisibilizan los conflictos socioambientales, como sucede en megaproyectos hidroeléctricos o extractivos de América Latina.
Síntesis comparativa
| Régimen | Mecanismos de encubrimiento | Ejemplos históricos |
| Libre mercado | Lobby, manipulación de estudios, externalización de costos | Plomo en gasolina, Deepwater Horizon, glifosato |
| Socialismo real | Censura, control centralizado de información, enmascaramiento técnico | Mar de Aral, Chernóbil |
| Nacionalismos populares | Legitimación ideológica, control narrativo, fragmentación institucional | Represas amazónicas, expansión sojera, derrames petroleros |
En todos los casos, los mecanismos de encubrimiento refuerzan la continuidad del modelo productivista, retrasan la adopción de medidas preventivas y dificultan la justicia ecosocial, consolidando la invisibilidad de los daños y la desigualdad en la distribución de riesgos.
Algunos ejemplos
1. Emisiones de gases de efecto invernadero

La extracción, procesamiento y consumo masivo de combustibles fósiles ha sido el motor del crecimiento industrial y económico moderno, pero constituye la principal causa del cambio climático antropogénico, afectando sistemas climáticos, ecosistemas y sociedades humanas.
Impactos ecosociales:
- Climáticos: incremento de temperaturas promedio, alteración de patrones de precipitación, aumento del nivel del mar y fenómenos extremos (huracanes, sequías, incendios).
- Salud humana: exacerbación de enfermedades respiratorias, olas de calor, inseguridad alimentaria y desplazamientos forzados.
- Socioeconómicos: daños en infraestructura, pérdida de medios de subsistencia y aumento de desigualdades globales.
Mecanismos de encubrimiento:
- Financiamiento de la duda científica y think tanks para retrasar políticas de mitigación.
- Lobby industrial para posponer regulaciones o establecer límites laxos.
- Greenwashing mediante inversiones marginales presentadas como compromiso ambiental.
- Externalización de costos hacia comunidades vulnerables y países del Sur Global.
2. Clorofluorocarbonos (CFC)

Adoptados masivamente para refrigeración y aerosoles, los CFC destruyeron la capa de ozono, aumentando la radiación ultravioleta que llega a la superficie terrestre.
Impactos ecosociales:
- Salud humana: mayor incidencia de cáncer de piel, cataratas y debilitamiento inmunológico.
- Ecosistemas: afectación a fitoplancton y plantas terrestres, alterando cadenas tróficas.
- Clima y retroalimentaciones ecológicas: contribución marginal al calentamiento global y alteración de procesos biogeoquímicos.
Encubrimiento y demora regulatoria:
- Negación inicial de riesgos por empresas productoras.
- Lobby y financiamiento de investigaciones que generaban incertidumbre científica.
- Comunicación pública limitada, reforzando la percepción de seguridad.
El Protocolo de Montreal (1987) demuestra que la regulación internacional puede contener daños productivistas cuando existe evidencia científica sólida y presión política.
3. Contaminación global por plomo

El uso de tetraetilo de plomo en combustibles generó liberación masiva de plomo al ambiente, afectando salud humana, biodiversidad y suelos.
Impactos ecosociales:
- Salud humana: neurotoxicidad, retrasos cognitivos y vulnerabilidad cardiovascular.
- Ambiente: bioacumulación en suelos, sedimentos y organismos.
- Sociedad: afectación desproporcionada a comunidades vulnerables.
Mecanismos de encubrimiento:
- Financiamiento de campañas para minimizar riesgos y retrasar prohibiciones.
- Manipulación de comunicación pública y normalización de contaminación urbana.
4. Industria tabacalera

Las corporaciones tabacaleras promovieron consumo masivo, ignorando evidencia científica sobre enfermedades crónicas y mortalidad prematura.
Mecanismos de encubrimiento:
- Financiamiento de investigaciones sesgadas y negación pública de evidencia.
- Marketing dirigido y lobby regulatorio para retrasar advertencias y prohibiciones.
Impactos ecosociales:
- Salud humana y exposición pasiva intergeneracional.
- Deforestación, uso intensivo de pesticidas y residuos tóxicos.
5. DDT y pesticidas organoclorados

Promovidos como soluciones agrícolas y de control sanitario, generaron bioacumulación, pérdida de biodiversidad y riesgos carcinogénicos en humanos.
Encubrimiento:
- Minimización de riesgos por empresas y presión sobre gobiernos para retrasar regulaciones.
6. Colapso de pesquerías

Ejemplo paradigmático: bacalao en Terranova (años 1990). La sobreexplotación industrial alteró ecosistemas y provocó crisis socioeconómicas locales.
Encubrimiento:
7. Plásticos de un solo uso

Diseñados para maximizar conveniencia y rentabilidad, generan contaminación persistente, microplásticos y afectación de biodiversidad y salud humana.
Encubrimiento:
- Greenwashing con campañas de reciclaje y minimización de riesgos ambientales.
8. Desastres industriales y tecnológicos

- Minamata (Japón): intoxicación masiva por metilmercurio.
- Bhopal (India): liberación de isocianato de metilo y exposición de cientos de miles de personas.
- Seveso (Italia): liberación de dioxina en planta química.
- Exxon Valdez y Deepwater Horizon (EE. UU.): derrames petroleros masivos.
- Fukushima (Japón): accidente nuclear tras terremoto y tsunami.
Desastres ambientales en países socialistas
Además de compartir con los países capitalistas muchos de los ejemplos arriba mencionados, en los países socialistas tenemos los siguientes ejemplos:
1. El “Triángulo Sucio”
Este término se usó para describir una región industrial de Europa Central, principalmente en la República Democrática Alemana (RDA), Checoslovaquia y Polonia, durante la época del socialismo realmente existente (aproximadamente 1950–1989). Se refería a un área con altísima concentración de industrias pesadas, como siderurgia, minería de carbón, refinerías de petróleo, plantas químicas y metalúrgicas.
Características principales:
- Alta contaminación ambiental:
- Emisión masiva de dióxido de azufre (SO₂), óxidos de nitrógeno (NOₓ), partículas y metales pesados.
- Contaminación de ríos y suelos por vertidos industriales.
- Lluvia ácida que dañaba bosques y cultivos.
- Concentración industrial:
- Polos industriales interconectados con producción intensiva y planificación centralizada.
- Prioridad absoluta a la producción y los planes quinquenales, sin evaluación ambiental integral.
- Impactos en salud humana:
- Altas tasas de enfermedades respiratorias y cardiovasculares.
- Contaminación del agua y alimentos con metales pesados y productos químicos.
- Encubrimiento y gestión de la información:
- Se minimizaba u ocultaba la magnitud de la contaminación al público y a organismos internacionales.
- La planificación centralizada priorizaba la imagen del progreso industrial sobre la salud y el ambiente.
Ejemplos de zonas dentro del Triángulo Sucio:
- Saxonia y Lausitz en la RDA (Alemania Oriental).
- Región de Ostrava y Karviná en Checoslovaquia (actual República Checa).
- Silesia en Polonia.
En conjunto, el Triángulo Sucio es un ejemplo paradigmático de los impactos del productivismo en sistemas socialistas, donde la maximización de producción y la planificación centralizada generaron graves efectos ecosociales, similares en escala y gravedad a muchos desastres industriales en el capitalismo, pero con diferencias en el tipo de encubrimiento: centrado más en control estatal de la información y censura que en estrategias corporativas de lucro.
2. Desastre del Aral (Uzbekistán y Kazajistán, URSS)

Contexto: A partir de la década de 1960, la Unión Soviética desvió los ríos que alimentaban el lago Aral para irrigar cultivos de algodón a gran escala.
Impactos ecosociales:
- Reducción del lago a menos del 10% de su tamaño original.
- Salinización y contaminación de suelos, pérdida de biodiversidad acuática y terrestre.
- Aumento de enfermedades respiratorias, cardiovasculares y desnutrición en las comunidades locales.
- Colapso de economías pesqueras y agrícolas dependientes del ecosistema lacustre.
Mecanismos de encubrimiento:
- La información sobre la magnitud del desastre se ocultó durante décadas, reflejando la priorización del proyecto productivo sobre la transparencia y la salud pública.
3. Accidente nuclear de Chernóbil (Ucrania, URSS, 1986)

Contexto: La central nuclear de Chernóbil sufrió la fusión de tres reactores durante una prueba de seguridad fallida, liberando grandes cantidades de radionúclidos al ambiente.
Impactos ecosociales:
- Contaminación masiva de suelos, aguas y ecosistemas.
- Evacuación y desplazamiento de más de 100.000 personas.
- Incremento de cáncer de tiroides y otras enfermedades en las poblaciones expuestas.
- Alteración prolongada de la economía local, agricultura y pesca.
Mecanismos de encubrimiento:
- Inicialmente se minimizó la magnitud del accidente, y se retrasó la evacuación y la información pública, priorizando la imagen del sistema político y la continuidad industrial sobre la salud humana.
4. Accidentes industriales y químicos en la URSS y China socialista
- Explosiones y fugas químicas: En fábricas soviéticas y chinas, la rápida industrialización generó accidentes con víctimas humanas y contaminación ambiental significativa.
- Exposición ocupacional y comunitaria: Los trabajadores y poblaciones locales fueron afectados por químicos tóxicos, metales pesados y emisiones industriales sin protocolos adecuados de seguridad.
- Gestión de información: La censura y el control centralizado de la información retrasaron la difusión de alertas y medidas de mitigación.
5. Degradación ambiental por políticas agrícolas y forestales
- En China y URSS, programas de producción intensiva provocaron erosión de suelos, desertificación y pérdida de biodiversidad, como resultado de la presión por cumplir cuotas agrícolas.
- Ejemplo: las campañas de reforestación mal planificadas y proyectos hidráulicos a gran escala afectaron ecosistemas y comunidades locales, desplazando poblaciones y alterando dinámicas ecológicas.
Desastres ambientales en el Sur Global
1. Hidroeléctricas y grandes represas:
Itaipú y Yacyretá (Brasil-Paraguay, Argentina-Paraguay): desplazamiento de comunidades, pérdida de biodiversidad acuática y terrestre, alteración de regímenes fluviales. Represa de Belo Monte (Brasil): inundación de selvas, afectación de pueblos indígenas y conflictos por derechos territoriales.
2. Megaminería y contaminantes:
Desastre de Veladero y Pascua-Lama (Argentina-Chile): derrames de cianuro y metales pesados en cuencas hídricas, afectando aguas de consumo y pastizales altoandinos. Contaminación por minería aurífera en Madre de Dios (Perú): deforestación, mercurio en ríos y daño a comunidades indígenas.
3. Explotación petrolera y suelos contaminados:
Amazonía ecuatoriana y peruana: décadas de operaciones petroleras que generaron vertidos crónicos, afectando ríos y biodiversidad, con impactos en salud humana y desplazamiento de comunidades. Delta del Paraná y yacimientos hidrocarburíferos argentinos: contaminación de humedales y riesgos para la pesca artesanal.
4. Agroindustria intensiva y deforestación:
Soja transgénica en Brasil y Argentina: expansión de monocultivos, pérdida de bosques nativos y suelos degradados por uso intensivo de agroquímicos. Hortalizas y caña de azúcar: contaminación por pesticidas y fertilizantes, afectando acuíferos y salud de trabajadores rurales.
Conclusión
Aunque lo justifiquen con narrativas opuestas, tanto el libre mercado, el socialismo realmente existente, como el desarrollismo nacional-popular en el Sur Global comparten la misma raíz: la subordinación de la naturaleza a los imperativos del crecimiento y la productividad. Los desastres ecosociales no son meros accidentes, sino síntomas de un modelo civilizatorio insostenible. La crítica ecosocial exige superar explicaciones técnicas para situarlos en el plano estructural y abrir la vía hacia una transición ecosocial basada en suficiencia, justicia ambiental y respeto a los límites biofísicos, que incorpore tanto la prevención tecnológica como la redistribución equitativa de riesgos y beneficios.
